Introducción

 

Hola

Alguna vez leí (cuando fui atea) que Dios era una idea que se creaba el hombre en su imaginación para reemplazar la figura de los padres cuando se sale del complejo de Edipo (o Electra).  Durante muchos años conviví con esa teoría.  

Luego, a mis 26 años  tuve ciertas experiencias que me mostraron que había algo más allá de lo material-tangible;  que había un mundo espiritual… lo cual me llevó a buscar respuestas en diversos credos de una forma más curiosa que profunda.  

Pero, luego, a mis 40 años tuve un dolor personal tan profundo, tan profundo que me lo sacudió todo y pensé que no iba a salir cuerda de allí. 

Y me arrodillé llorando en una iglesia católica y le dije a Dios que yo no sabía si Él existía o no, pero que si Él de verdad existía me ayudara con ese dolor que me oprimía.
 
Mi vida cambió desde entonces.  

Hoy, con 47 años, pienso que la fe es como el carnaval:  quien lo vive es quien lo goza… es una experiencia personal que merece ser explorada  

Pienso también qué hay dolores que nos arrodillan, nos parten, nos definen.  Y que por más terapia que se haga,  por más ejercicio para las endorfinas,  sin Dios no hay fuerza ni piso suficiente para sobrellevar y sanar los dolores y dar sentido profundo a la vida.  

Sé que lo más importante es lo interno:  la presencia de Cristo en el corazón de nosotros.  Eso es más valioso que cualquier templo opulento o custodia lujosa. 

Sin embargo, los templos y la presencia del Santísimo es un espacio sagrado para experimentar lo divino.   

Y ese es el sitio donde la mayoría de mis poemas se inspiran;  así como muchos otros surgen del contacto con la naturaleza, que es otro gran templo donde, si estamos atentos y atentas, podemos experimentar la presencia de Dios y el reinado de María en la creación.

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